Este artículo ha sido reeditado de su versión original publicada el 21 de febrero de 2015, con clarificaciones sobre la taxonomía de Iguanodon y notas sobre los debates entre los transformistas y los fijistas.
Anatomía comparada e Iguanodon bernissatensis
Página 187 del libro El Mundo Perdido, que ilustra unos iguanodontes comiendo de unas palmas en las llanuras de América del Sur. |
–[Lord John...] A nosotros mismos esto nos parecerá algo soñado, dentro de un mes o dos ¿Qué dijo usted que eran? |
Fragmento del Capítulo 10. Han ocurrido las cosas más extraordinarias, de El Mundo Perdido, Arthur Conan Doyle, 1912 |
Gideon Mantell comenzó a colectar fósiles en 1819 en una cantera cerca del pueblo de Cuckfield, en Sussex Oriental. Su esposa, Mary Ann, también se interesó en la recolección e ilustración de fósiles. La historia cuenta que un día Mary Ann daba un paseo por la región mientras Gideon veía a un paciente cuando encontró los fósiles de lo que parecían ser unos dientes; Mary Ann los recolectó y se los llevó a casa.
Una vez en casa, en la ciudad de Lewes, Mantell estudió el fósil descubierto por su esposa y concluyó que se trataba de un diente fosilizado de un vertebrado hasta ese entonces desconocido. Se las arregló para conseguir información sobre la procedencia de las rocas que se utilizarían en Cuckfield para el camino y supo que la fuente era una cantera de caliza en Whitemans Green. Al llegar a la cantera, Mantell consiguió más dientes y huesos y amplió su búsqueda hacia el Bosque Tilgate, un bosque de coníferas de las cercanías, donde encontró todavía más restos fósiles del mismo tipo. Al no ser capaz de identificar los restos como pertenecientes a una especie actual en particular, decidió enviarlos a dos eminencias de la historia natural: Georges Cuvier en París y William Buckland en Oxford.
Ilustración de los dientes de “Iguanodon” anglicus encontrados por Gideon Mantell en 1822. La historia que usualmente se cuenta sobre el descubrimiento de este especímen es que Mary Ann los descubrió mientras Gideon visitaba a un paciente, sin embargo esta historia es probablemente apócrifa. Gideon sí afirmó en dos ocasiones (1822 y 1837) que Mary Ann descubrió los fósiles, pero no explicó las circunstancias. Estos dientes son los que fueron nombrados primero como Iguanodon, pero al estar aislados, no es posible determinar con certeza que estos fósiles pertenecieron a los esqueletos descubiertos después en Bélgica e Inglaterra. En el año 2000, la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica sugirió que el nombre Iguanodon se refiriera solamente al esqueleto descubierto en Bélgica (Iguanodon bernissartensis) y los dientes descubiertos por Gideon son ahora conocidos como Therosaurus anglicus, un género de ornitópodo con afinidades dudosas. |
Primeras ideas
Como resultado, Mantell recibió dos diagnósticos. Para Cuvier, se trataban de los restos de un rinoceronte, mientras que para Buckland era un gran pez y sugería a Mantell no darle más vueltas al asunto. Mantell no se convenció. Al continuar estudiando las rocas de las que provenían los huesos, determinó que el animal al que había pertenecido debió haber vivido en el Mesozoico. Por aquél entonces, los únicos restos que se habían encontrado para el periodo Cretácico inglés eran fósiles marinos, lo que suponía que la isla había estado inundada en el pasado y dirigía a la conclusión lógica de que los restos pertenecían a un pez. Cuvier, sin embargo, en Francia, mantenía la duda.
Mantell estudió medicina en el Colegio Real de Cirujanos en Londres, de donde se graduó en 1811. Al visitar nuevamente su antigua escuela en 1825 se encontró con el naturalista y geólogo Samuel Stutchbury, quien estaba en calidad de curador visitante. Stutchbury acababa de preparar un espécimen de iguana que sería exhibido en el Museo Hunteriano: la iguana había sido enviada por un naturalista inglés a bordo del Beagle en su viaje de circunnavegación por el globo, un tal Charles Darwin.
Al comparar los dientes de los fósiles de Mantell con los de su espécimen, Stutchbury sugirió una tercera posibilidad: una iguana. Fue ahí cuando Mantell se dio cuenta de que no había encontrado ni un pez ni un mamífero, sino los restos de un reptil gigante. Un año atrás, William Buckland había hecho pública la descripción de un reptil gigante del Mesozoico, el Megalosaurus ¿Serían estos huesos los restos de una criatura semejante?
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Bosquejo de la Cantera Tilgate con Gideon Mantell viendo los fósiles siendo desenterrados. Por desconocido. Librería de Nueva Zelanda, Colecciones de la Biblioteca Turnball. Dominio público. |
Mantell decidió publicar el hallazgo del Iguana-saurus en un artículo donde describía el material hallado tres años atrás. Poco antes de publicar, recibió una carta del amigo de Buckland, William Coneybeare, donde le sugería un nuevo nombre: “Tu descubrimiento de las analogías entre los dientes de Iguana y los fósiles es muy interesante, pero el nombre no funcionará, porque es igualmente aplicable a la Iguana reciente. Iguanoides o Iguanodon serían mejores”. Fue así como fue nombrado el segundo reptil gigante del Mesozoico: Iguanodon o "diente de iguana". El hallazgo fue publicado en un artículo titulado “Aviso sobre el Iguanodon, un reptil fósil recién descubierto, en la arenisca del bosque de Tilgate, en Sussex”, publicado en las Transacciones Filosóficas de la Sociedad Real de Londres.
Hallazgos posteriores
En 1834 las noticias de un nuevo hallazgo encontrado en Maidstone llegaron a Mantell. Durante los trabajos de extracción en una cantera se había dinamitado una pared de roca y entre los restos había quedado desenterrado un bloque con un conjunto desarticulado de huesos de lo que parecía haber sido una gran bestia. El dueño de la cantera solicitó la cantidad de £25.00 para permitirle a Mantell quedarse con los restos, el equivalente a £1,463.25 actuales, €1,979.94 o $2,249.65USD. Mantell y sus conocidos lograron juntar el dinero y adquirir el espécimen y Mantell dedicó entonces su tiempo a intentar reconstruir en el papel al animal que él veía en el bloque.
A partir de la idea de que se trataba de un reptil "iguanesco" reconstruyó al animal con la semejanza de una iguana. Los mismos huesos del reptil se correspondían con los que estaban en la gran laja de roca y dibujó la primera reconstrucción del animal. La característica sobresaliente era un hueso que Mantell identificó como un cuerno, pues se parecía mucho a los cuernos de los actuales rinocerontes -tal vez inspirada de la idea original de Cuvier-. Así, el Iguanodon de Mantell era una iguana gigantesca con un cuerno en el hocico.
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Primera reconstrucción de un Iguanodon realizada por Mantell, basada en los restos de Maidstone. Tras la designación del espécimen de Bélgica como el nuevo material tipo de Iguanodon, los huesos rescatados de la cantera de Maidstone tuvieron que ser reclasificados. En 2012 fueron renombrados como Mantellodon carpenteri, pero una comparación más detallada realizada un año después con otro fósil más completo recuperado de una cantera de la Formación Vectis en 1914 que llevaba el nombre Mantellisaurus atherfieldensis. |
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Dibujo de la laja comprada por Mantell en Maidstone; el esqueleto es referido en la actualidad como Mantellisaurus. |
Durante la primera mitad del siglo XXI, los naturalistas comenzaron a proponer que las semejanzas que se veían entre grupos sugerían que los organismos podían cambiar con el paso del tiempo. A estas propuestas las conocemos ahora como “transformismo” o “transmutación de las especies” y se consideran como ideas “pre-evolucionistas”. A diferencia de los evolucionistas, los transformistas consideraban estos cambios como accidentes o eventos aislados, o las explicaban como el resultado de fuerzas metafísicas. Los evolucionistas que le siguieron después consideran que las semejanzas entre organismos se explican por la ascendencia común y que actúa en todos los seres vivos. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, la diversidad de explicaciones de los transformistas encontró oposición férrea de aquellos que ahora conocemos como fijistas, quienes consideraban que los seres vivos que existen en la actualidad siempre han existido. Richard Owen, quien acuñó la palabra “dinosaurio” fue uno de estos fijistas. Para el 1842, ya se había descrito otra criatura semejante al Iguanodon, el Hylaesaurus, y Owen decidió que el grupo Orden Sauria, que incluía a las lagartijas, no era lo más adecuado para describir a estas criaturas, por lo que creó el Orden Dinosauria. Owen realizó esta clasificación para evitar la creencia de que estos animales eran reptiles y los comparó en su lugar con los mamíferos, “bestias”.
Este grupo de criaturas extintas estaba fascinando al mundo. Charles Darwin también contemplaba con asombro cómo estas fantásticas bestias eran descubiertas y cómo prometían revolucionar lo que se sabía de la historia natural del mundo. En 1852, a tono con esa fascinación, Owen mandó construir modelos a escala de los dinosaurios descubiertos y así surgieron las representaciones clásicas de los dinosaurios victorianos. El Iguanodon era una iguana gigantesca que parecía más un rinoceronte que un reptil.
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Estudio de Sydenham. Por desconocido. Benjamin Waterhouse fue el comisionado por Owen para realizar réplicas del Iguanodon de Mantell y otros dinosaurios recién descubiertos, incluido el Megalosaurus de Buckland, pero reconstruyéndolos como mamíferos. Gideon Mantell, quien sospechaba que estos animales eran más gráciles y se parecían más a las lagartijas, murió en 1852, cuando los dinosaurios fueron comisionados por Owen. |
El Iguanodon se pone de pie
En 1854, el inglés Samuel Beckles, quien después sería considerado como el primer cazador de dinosaurios, descubrió un gran número de pisadas de tres dedos que parecían ser de un ave de gran tamaño en la Formación Weald de la isla británica de Wight. Beckles se aventuró a decir que en realidad eran pisadas de algún dinosaurio. Poco después descubrió en la Isla una pierna completa de un dinosaurio; Beckles llevó su hallazgo a Richard Owen y determinó que se trataba de un Iguanodon joven. Owen confirmó que la pata era del mismo tamaño que las huellas encontradas, pero a tono con su escepticismo hacia el transformismo que flotaba en el aire, determinó que esto era coincidencia.
Beckles publicó su hallazgo ese año en el Quaterly Journal de la Sociedad Geológica de Londres, donde las identificó como ornitodicnitas, “pisadas de ave” en griego clásico. Posteriormente, tras cuatro años de considerar la cuestión, Owen publicó en 1858 que en efecto las pisadas de tres dedos correspondían con la extremidad trasera descubierta por Beckles.
Tras la publicación del libro El Origen de las Especies en 1859 de Charles Darwin, Richard Owen declaró estar en rotundo desacuerdo con los postulados de Darwin. Si bien, aceptaba que la evolución era un hecho que permitía entender la historia natural, los mecanismos que proponía Darwin eran demasiado simplistas para Owen, quien tenía ideas más acorde con el neoplatonismo. Owen consideraba que las similitudes entre los diversos organismos se debían a que en la mente del creador existían “arquetipos”, ideas primigenias que servían de inspiración. Las relaciones de semejanza entre los seres vivos permitían entender los patrones que regían la mente divina y que permitían adentrarse en el “orden natural” que buscaba Linneo.
Thomas Huxley utilizó la monografía de Owen para demostrar que Iguanodon tenía la suficiente fuerza para caminar erguido, razón por la cual no se habían encontrado pisadas de las patas delanteras. Esto era evidencia suficiente para sostener que mediante el proceso de selección natural era posible trazar una conexión entre las aves y los dinosaurios, ambos compartían un ancestro común, algún reptil. Esta hipótesis la publicó Huxley en 1868 en Annals and Magazine of Natural History, titulado "Sobre los animales que son casi cercanamente intermedios entre las Aves y los Reptiles".
Posteriores descubrimientos cerca de la misma fecha, pero en los Estados Unidos, confirmaron que habían existido dinosaurios en efecto bípedos, relegando los modelos de Owen a meras curiosidades de una época que ya había pasado. Así fue como el Iguanodon se puso de pie.
Bibliografía consultada
- Dollo, L. (1882). "Première note sur les dinosauriens de Bernissart". Bulletin du Musée Royal d'Histoire Naturelle de Belgique 1:161-168.
- Horner, J. R.; Weishampel, David B.; Foster, Catherine, A. (2004) "Hadrosauridae". En Weishampel, D. B.; Dodson, P.; Osmólska, H. The Dinosauria (2nd ed.). Berkeley: University of California Press. pp. 438-463.
- Norman, D. B.; Weishampel, D. B. (1990). "Iguanodontidae and related ornithopods". En Weishampel, David B.; Dodson, Peter; Osmólska, Halszka. The Dinosauria. Berkeley: University of California Press. pp. 510–533.
- Norman, D. B. (2011). "On the osteology of the lower wealden (valanginian) ornithopod barilium dawsoni (iguanodontia: styracosterna)". Special Papers in Palaeontology. 86: 165–194.
- Mantell, G. A. (1848). "On the structure of the jaws and teeth of the Iguanodon". Philosophical Transactions of the Royal Society of London 138: 183–202.
- Mantell, G. A. (1825). "Notice on the Iguanodon, a newly discovered fossil reptile, from the sandstone of Tilgate forest, in Sussex". Philosophical Transactions of the Royal Society 115: 179–186.
- Owen, R. (1858). "Monograph on the Fossil Reptilia of the Wealden and Purbeck Formations. Part IV. Dinosauria (Hylaeosaurus)".
- Paul, G.S. (2012). "Notes on the rising diversity of Iguanodont taxa, and Iguanodonts named after Darwin, Huxley, and evolutionary science." Actas de V Jornadas Internacionales sobre Paleontología de Dinosaurios y su Entorno, Salas de los Infantes, Burgos. p123-133.