N. B. La siguiente entrada sufrirá modificaciones posteriores conforme encuentre más información.
Las fundaciones en las que majestuosamente se edifica y se soporta la ciencia geológica moderna son hasta cierto sentido poco seguras, aunque fácilmente serán hechas seguras.
Un descubrimiento, y uno, también, de una naturaleza muy simple, ha sido realizado recientemente, lo que inevitablemente trae una revolución en nuestras ideas en lo que concierne a la naturaleza y el origen de buena parte de la corteza planetaria, y modificará incluso nuestras concepciones de la revolución cósmica. El descubrimiento referido es sobre el origen orgánico de las rocas y meteoritos.
Randolph Kirkpatrick (1912) "The Nummulosphere: An
Account on the Organic Origin of so-called Igneous Rocks
and of Abyssal Red Clays"
Account on the Organic Origin of so-called Igneous Rocks
and of Abyssal Red Clays"
Así comenzaba la introducción a una de las hipótesis más ingeniosas sobre el origen de las rocas: todas se formaban por la acumulación de numulites. En una entrada pasada se hablaba sobre los numulites, fósiles de unas criaturas unicelulares que se encuentran formando grandes depósitos en canteras de todo el mundo. Los foraminíferos cautivaron y ocuparon las mentes de varios paleontólogos durante los siglos XIX y XX, y ahora en el siglo XXI tienen un papel central en el estudio de paleoambientes y edades. Si bien Herodoto fue el primero en dar cuenta de los numulites, la primera persona en estudiarlos y reconocer su importancia fue alguien completamente ajeno a la paleontología y a la geología modernas.